Una vocación con formación universitaria: entrevista a Cindy Ezquiaga

En el marco del Día Internacional de la Mujer, compartimos esta entrevista realizada a la Alumni de FHUMyE
Cindy Ezquiaga

Crédito imagen: El País (video InnContent para UM 2020)

Cindy Ezquiaga se graduó en 2016 de la carrera de Magisterio de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Montevideo (UM), y, al año siguiente, comenzó a trabajar en el Centro de Apoyo al Desarrollo Integral (CADI) en Casavalle. Hoy es maestra de enseñanza primaria en el Colegio Los Rosales y ocupa el cargo de Coordinadora de educación en ese centro. Entre 2018 y 2020 fue capacitadora de docentes en metodología Singapur para la enseñanza de Matemáticas en Marshall Cavendish Education y, desde el 2020, cursa una Especialización en dificultades de aprendizaje (Educación especial). 

En charla con Alumni, Ezquiaga destacó el rol trascendente de quienes enseñan en primaria que, además de su significancia para los niños, tiene un gran peso en las familias y se beneficia ampliamente por el trabajo en equipo.

¿Por qué decidiste estudiar Magisterio?

Me encantaría decir que "quise ser maestra desde chica" pero la realidad es otra. Hasta sexto año de liceo, estaba convencida de que iba a seguir derecho. En el último semestre del liceo, que se acercaba cada vez la elección de la carrera, me empecé a dar cuenta que no estaba ni cerca de verme en ese rol. Así que ahí empezó un poco el discernimiento de qué era lo que quería hacer, cómo quería ayudar y dejar mi huella cada día. Ahí fue que me empezó a resonar la tarea educativa y lo que yo podía hacer a través de ella. Fue un poco seguir esa idea, donde me "veía" mucho más, y terminó siendo de las mejores decisiones.

¿Cuáles son los mayores desafíos que tienen las mujeres para desarrollar su profesión?

Creo que particularmente en mi profesión, el desafío es que ser maestra se asocia generalmente con el juego, y con ser como una segunda mamá de tus alumnos. Sin dudas que ser maestra tiene una similitud con el rol de madre y, sin duda, que incluimos mucho el juego. Pero lejos está de quedarse en eso. Como maestra estás constantemente formando y no solo en lo que es contenidos (por ejemplo, en Matemáticas). También formás en humanidad, en valores, lo haces con los chicos y con su entorno, es algo que trasciende a la institución sí. Acompañás todo el tiempo, generás una confianza con los alumnos y sus familias que terminan recurriendo a vos en temas mucho más personales de los que se espera en la escuela. Ayudás de maneras que no te imaginás que lo vas a hacer. Una vez que estás en esto, si estás comprometida con las personas que tratás, sentís la falta de conciencia y desvalorización del rol cuando te dicen que ser maestra es "todo juego". 

¿Cuál es tu consejo para mujeres que aspiran a cargos ejecutivos en educación?

Muchas veces cuando se habla de educación, se habla de lo que no se está haciendo bien. Creo que aspirar a este tipo de cargos es un desafío que implica el interés y el compromiso de dar lo que está en nuestras posibilidades para mejorar. Tener mayor alcance, para generar cambio en esas cosas que no están tan bien. Es una tarea desgastante, pero "vale la pena". Es la manera de dejar de hacer foco en lo que está mal y poder influir de forma positiva. 

¿Cuál es tu mayor motivación para desarrollarte como profesional?

Creo que, para cualquier maestra, la motivación son los niños y familias con las que trabajamos. 

En mi caso personal, considero fundamental pensar en lo que yo puedo generar de bueno cada día en mi trabajo, sea dando clase (ayudando a los niños y a sus familias) o llevando a cabo tareas de gestión y organización, que faciliten y hagan más llevadero el trabajo del equipo en general.

Si tuvieras que identificar un aprendizaje que hayas tenido a lo largo de tu carrera, ¿cuál sería?

Si hay algo que considero fundamental en mi carrera, es aprender a trabajar en equipo. En la institución donde estoy somos todas mujeres, no hay espacio para la competencia, ni para nada que no sea trabajar juntas, apoyarnos entre todas para enfrentar cualquier situación; desde lo más simple a lo más complejo, sea con niños, familias, con la organización diaria, todo lo manejamos en equipo. Aprendemos todos los días a tomar decisiones conjuntas, a mediar cuando hay diferentes puntos de vista, a priorizar el bien común sobre las necesidades e intereses propios. Todo eso simplifica y hace más disfrutable nuestro trabajo diario.

¿Cuál es tu consejo para las mujeres que quieren estudiar Magisterio?

Es una carrera espectacular. La retribución es totalmente interior y a veces difícil de explicar. Creo que las personas que eligen esta carrera no lo hacen por otra cosa que no sea vocación real, así que diría que se animen. Que, si sienten un mínimo llamado a prepararse en esto, lo hagan, porque van a trabajar en una profesión totalmente versátil, no van a aburrirse nunca, se van a desafiar constantemente. Les diría que se imaginen lo mucho que pueden cambiar y mejorar la vida de algunas personas con su trabajo diario. 

¿Qué recuerdos tenés sobre tu paso estudiando en la UM? ¿Nos podrías contar alguna anécdota?

Hay muchas cosas que la carrera me dejó, desde lo académico, y en lo humano con mi generación, con la cual siempre funcionamos como equipo. 

Pero creo que algo que me marcó fue el último año de práctica. 

El primer año de la carrera es teórico, en el segundo empezás con prácticas en escuelas, hasta que te recibís. El último año de práctica es en una "escuela aprender", son escuelas ubicadas en barrios donde la población pasa muchísimas necesidades (un contexto muy similar al que trabajo actualmente). El último día que teníamos que ir a la escuela, los niños nos esperaban con "regalos" de agradecimiento. Pero en ese año, organizamos entre todos los practicantes una despedida donde los alumnos eran los protagonistas, y preparamos una coreografía que terminaba con un cartel donde nosotros (practicantes casi recibidos) les agradecíamos a ellos por todo lo que nos habían enseñado en esos meses. Todavía me acuerdo la sorpresa y emoción de todos esos niños que, a pesar de vivir con muchísimas carencias, se sentían totalmente especiales por haber recibido esa sorpresa de nuestra parte. 

Ese último año de práctica, definió el tipo de lugar y la población con la que quería trabajar. Días como los de esa despedida, te dejan de recuerdo que, en esta profesión, con algo muy pequeño, podés generar cosas enormes.