Mano a mano con Isabel Laventure
Isabel Laventure integra el equipo de Impuestos de FERRERE como socia y se desempeña tanto en el área de asesoramiento en esa materia como en litigios. También realiza asesoramiento corporativo general para empresas de distintos sectores de actividad.
El año pasado recibió el prestigioso premio de “Women in Business Law”, reconociéndola como la mejor abogada de Impuestos de Latinoamérica.
Estudió Derecho en la Universidad de Montevideo y se tituló con honores como abogada en 2004. Obtuvo un Máster en Derecho (LL.M.) en la Columbia University Shool of Law en 2007, recibiendo por sus calificaciones el mérito Harlan Stone Scholar. En el marco del Día internacional de la Mujer, dialogamos con ella sobre los desafíos, oportunidades, motivaciones y aprendizajes que encontró en su camino profesional.
¿Por qué decidiste estudiar Derecho?
Es difícil para mí contestar esa pregunta, porque lo cierto es que no fue una decisión meditada ni analizada en profundidad. Desde muy chica dije que iba a ser abogada (aun sin tener una idea muy acabada de qué hacía verdaderamente un abogado). Cuando llegó el momento de elegir -primero una orientación en Bachillerato y después la carrera- ni me lo cuestioné. Hoy, más de veinte años después, creo que tomé la decisión correcta porque es una profesión que me encanta ejercer.
¿Cuáles son los mayores desafíos que tienen las mujeres para desarrollar su profesión?
Más allá de todas las barreras externas, de las cuales no se discute que existen, y sobre las que todos tenemos responsabilidad de actuar, las mujeres, en general, pecamos de humildad para “vendernos”. Y, a la vez, nos cuesta pedir ayuda, porque lo identificamos con una debilidad que no tiene lugar en el ámbito profesional. Una combinación que puede ser fatal.
¿Cuál es tu consejo para mujeres que aspiran a cargos ejecutivos?
Primero, les diría que es genial que tengan aspiraciones de ese tipo y que la ambición a nivel profesional no es mala palabra. Segundo, que es importante que esa aspiración sea conocida por los demás, para que las oportunidades se presenten. Tercero, que tienen que decir “Sí” cuando llegue la oportunidad, aunque no se sientan completamente preparadas.
¿Cuál es tu mayor motivación para desarrollarte como profesional?
“El miedo” en el mejor sentido de la palabra. Cuando me enfrenté a los primeros exámenes en el liceo, estaba estudiando un día y me paralicé. Me dio pánico el fracaso. Y mi madre me propuso un ejercicio que me acompañó siempre a partir de ese momento. Cuando me enfrento a un desafío profesional, pienso en el peor escenario posible: ¿qué pasaría si todo saliera mal? Eso ayuda a poner las cosas en perspectiva. Normalmente, luego de analizar los escenarios, te das cuenta de que el mundo no se va a acabar si las cosas salen mal. A partir de ahí, creo el compromiso necesario para conseguir el objetivo y me doy recompensas cuando lo cumplo.
Si tuvieras que identificar un aprendizaje que hayas tenido a lo largo de tu carrera, ¿cuál sería?
Identificar las cosas en las que soy buena e identificar las cosas que la organización en la que estoy o el mercado en general valorizan y focalizarme en la intersección de ambas. Eso me ha permitido ser dueña de mi propia carrera.
¿Cuál es tu consejo para las mujeres que quieren estudiar Derecho?
Que no se limiten a estudiar y sean conscientes desde el inicio de sus carreras de la importancia de desarrollar una red de contactos y de estar atentas a dónde están las oportunidades para aprovecharlas.
¿Qué recuerdos tenés sobre tu paso estudiando en la UM? ¿Nos podrías contar alguna anécdota?
Me recibí de abogada en 2004, soy de la generación 2000 (la segunda de Derecho). En 2006, empecé un LLM en la Universidad de Columbia, en Nueva York. La primera semana todos los estudiantes del LLM -más de 200, de todo el mundo- teníamos que asistir a un curso de Introduction to the US Legal System. El syllabus era básicamente el del US Program que yo había hecho en la UM. ¡Fue el mejor inicio de Máster que podría haber tenido!
¿Cuáles son los principales desafíos que encontrás a la hora de combinar el desarrollo profesional con el rol de madre?
Estoy casada con Gabriel y tenemos dos hijos: Timoteo, de ocho años, y Olivia, que está a punto de cumplir siete. La maternidad no significó para mí un “parate” en mi carrera ni nada parecido, fue muy poco traumático. Sé que en ese sentido soy una privilegiada, porque tengo una organización familiar muy bien aceitada y flexible, lo que es fundamental para mí, y mi marido es un igual en tema de responsabilidades y presencia.