Un modelo para enfrentar el desafío causado por la pandemia
El domingo 15 de marzo, después de que se conocieran los primeros casos de coronavirus en Uruguay, un equipo de trabajo del Colegio y Liceo Evangélico Bet-el se reunió para definir la hoja de ruta para el desafío al que se enfrentaban. Billy Rodríguez, director del liceo de la institución, explicó que pensaron en un plan de acción que les permitiera “continuar el vínculo pedagógico con los estudiantes; mantener a los docentes en carrera con los procesos de enseñanza y aprendizajes; y continuar con la comunicación y relación con la familia como socio institucional en los aprendizajes”.
Rodríguez cursa el segundo año del postgrado en educación que ofrece la Facultad de Humanidades y Educación de la UM en alianza con ReachingU, dirigido a directores de instituciones educativas. En 2019, uno de sus proyectos dentro de este programa fue la incorporación de las tecnologías de la información y comunicación (TICs) en el liceo Bet-el para secundaria durante los dos años siguientes. Para ello, cada estudiante que ingresara debía contar con su propia computadora portátil. Las acciones que se derivaron de este objetivo resultaron beneficiosas para la enseñanza online que surgió a raíz de la pandemia.
Desde el retorno semipresencial a las clases, los alumnos participan de un “sistema híbrido (virtual y presencial)” que corresponde a la última etapa del “plan de acción”, que ya lleva cinco fases concretadas desde marzo. De esta forma, los estudiantes continúan con clases a distancia en la mañana y asisten en la tarde, de forma voluntaria, para cursar las asignaturas designadas por el equipo de trabajo con retrasmisión en vivo a los no asistentes. Los grupos numerosos se dividen, para cumplir con el protocolo sanitario sin perder horas. El trabajo en clase se complementa con materiales y actividades prácticas que los docentes suben a la plataforma Classroom.
El director del colegio destacó el rol de los adscritos y secretaria durante todo el proceso. Ellos son los anfitriones de las reuniones por Zoom, mantienen el vínculo con las familias y asisten a los estudiantes si surge algún problema. “Tenemos la información en tiempo real de la asistencia, conectividad y participación de los estudiantes, esto nos permite hacer un seguimiento de los aprendizajes y tomar decisiones de forma rápida”, dijo.
“A la institución le permitió perfeccionar la herramienta virtual y la comunicación, a los docentes —otro pilar fundamental—, adaptar sus planificaciones y sus prácticas integrando la tecnología 100%, y los estudiantes fueron ganando confianza, dejando de lado la inhibición, integrándose con una participación más activa. La familia generó confianza en la conducción y liderazgo del equipo institucional, apoyándonos y reafirmando en su hogar lo que venimos haciendo”, agregó.
Rodríguez aseguró que, en el momento del retorno a clases el 29 de junio, los estudiantes “no se sentían iniciando un proceso nuevo, sino continuando el camino de una realidad en la que ya estaban inmersos”.
«La planificación de esta última fase nos llevó a repensar el proceso de enseñanza y aprendizaje, mirándolo desde el camino que habíamos recorrido a partir de marzo y apoyándonos en todos los logros que habíamos obtenido hasta ahora. Entendíamos que se estaba rompiendo un paradigma y lo que se denominaba “retorno a la presencialidad” no era más que poner en práctica la suma de un modelo que ya existía dentro del aula, con el que habíamos desarrollado en la virtualidad y que cada vez se afianzaba», explicó.
Educación “que transforme vidas e impacte en la sociedad”
El director del Liceo Bet-el contó que en 2017 asistió a una entrevista con la Dra. Lidia Barboza, directora del postgrado en educación de la UM, para postularse y, aunque en esa oportunidad no ingresó, esa reunión dejó huellas: “Esa experiencia ya me cambió la forma de ver el liderazgo institucional”.
Relató que fue nombrado director del Liceo Bet-el en 2013, cuando el sector de secundaria tenía cuatro años de trayectoria. “Cada año, el deseo y la necesidad de liderar una institución educativa que transforme vidas e impacte en la sociedad me inquietaba a mejorar y buscar la excelencia, pero sin formación profesional específica los cambios profundos en educación no se producen”.
«Ingresar al postgrado en 2019 fue “la oportunidad” que le venía pidiendo a Dios. La formación que nos brinda esta carrera a los directores, hablando en términos científicos, genera “una reacción en cadena”. El director crece, se renueva y se transforma. “Cuando un líder mejora, todos ganan”, impactando en el equipo docente y los aprendizajes de los estudiantes. Toda la comunidad educativa recibe los beneficios», afirmó.
“Cada año, el deseo y la necesidad de liderar una institución educativa que transforme vidas e impacte en la sociedad me inquietaba a mejorar y buscar la excelencia, pero sin formación profesional específica los cambios profundos en educación no se producen”.
“Una de las riquezas que atesoro en mi corazón es el trabajo colaborativo entre los directores pares. El director es un líder que trabaja mayormente desde la soledad, el intercambio que hacemos de nuestras experiencias me ha fortalecido enormemente”, dijo. Sobre esto, destacó las visitas a los distintos centros educativos, “la mirada objetiva” de sus compañeros y el seguimiento de la directora del postgrado y los profesores.
«Conocer las fortalezas y debilidades de Bet-el me permitió enfocarme en las áreas claves donde había que generar cambios que impactaran en los aprendizajes. El segundo año vino el desafío de elaborar un “Plan de transformación y mejora 2020/2021”. Este plan es clave, es el mapa de ruta que nos está permitiendo navegar en el mar de la incertidumbre que ha generado la pandemia».