La salud mental de los mayores en el contexto de la emergencia sanitaria
Con ocasión del Día Mundial de la Salud Mental, que se celebra el 10 de octubre, el Dr. Alberto Sosa, médico especialista en medicina interna y geriatría, y a su vez director del Centro de Ciencias Biomédicas (CCB) de la UM, fue entrevistado a propósito de la salud mental de las personas mayores en el contexto de la emergencia sanitaria.
A priori, aclaró que iba a responder como médico clínico y que él no es psiquiatra. También, que los temas de salud mental deben ser abordados por psiquiatras.
Explicó que la situación de emergencia sanitaria ha afectado a toda la población y en particular a los grupos vulnerables, entre los cuales están los adultos mayores. Remarcó que las medidas tomadas fueron apropiadas, oportunas, meditadas, consensuadas y, sobre todo, basadas en evidencias científicas.
Explicó que la pandemia, en los adultos mayores, afectó tanto a los sanos como a los enfermos. En términos generales, en mayor o menor grado las sensaciones de miedo, angustia, ansiedad, soledad y tristeza son los síntomas más comunes como también lo son los trastornos del sueño y la irritabilidad, sin que ninguno de estos síntomas lleguen a constituir una enfermedad mental propiamente dicha.
En la población de ancianos hay grupos robustos que se adaptan mejor a la circunstancias que otros más frágiles por comorbilidades, multi farmacia, sarcopenia, déficit nutricionales, lo cual los torna vulnerables y con alto grado de fragilidad.
La situación es mucho peor en aquellos con enfermedad mental propiamente dicha, como por ejemplo trastornos mentales agudos que afectan el campo de la conciencia, generando, por ejemplo, confusión mental, enfermedades mentales crónicas como las demencias o los deterioros de diferente tipo. Con respecto a estos últimos, las medidas de aislamiento, distanciamiento social y la modificación de las prestaciones médicas —que se hacen ante un médico con equipo de protección personal, perturbando la relación médico-paciente, lo que despersonaliza la entrevista— pueden causar temor e inseguridad en el paciente demenciado, sobre todo en las etapas iniciales.
En cierta forma, se encuentran más protegidos aquellos que están institucionalizados que los que viven solos, ya sea sanos o enfermos, con trastornos de adaptación o con enfermedad mental constituida. Si bien es muy difícil cuantificar las patologías mentales que no son sumatoria de síntomas y signos, sino constructos sicopatológicos elaborados por los psiquiatras y que definen a un síndrome demencial, a una depresión, a un episodio delirante, al alcoholismo, y al trastorno del sueño; la impresión clínica es que estas enfermedades han sufrido descompensaciones.
Recomendó hacer una gestión responsable de los riesgos en aquellos adultos mayores sanos y con sus capacidades mentales intactas: distanciamiento social, uso de tapaboca, uso de alcohol en gel, evitar aglomeraciones, así como las reuniones familiares. Al mismo tiempo, indicó que en esa gestión responsable es necesario buscar los mecanismos que eviten el aislamiento, la soledad, el aburrimiento, y hacer una buena higiene de sueño, así como también mantener un buen estado físico para evitar la sarcopenia.
Es importante mantener los contactos familiares, laborales —si los hay— y sociales. Aseguró que hay formas para ello disminuyendo los riesgos de contagio.